Los debates sobre el gobierno de la empresa se suelen centrar en el papel que los accionistas (shareholders) o los grupos de interés (stakeholders) tienen que tener en la toma de decisiones. Los directivos tienen todo la capacidad de mando lo que les proporciona privilegios y rentas extraordinarios a costa de los otros colectivos. Algo que no obtendrían si los accionistas y los stakeholders se organizaran para proteger sus derechos.
Habitualmente el debate se centra en recortar la discrecionalidad de los directivos, por eso me sorprendió encontrar el siguiente comentario en un post de El Blog Salmón:
Es el gran problema de hoy en día, las empresas empiezan a dar mayor importancia a los accionistas, gente que, por regla general, no tiene ni pajolera idea ni del mercado, ni del negocio, ni de los objetivos empresariales.
Solo les importa una cosa: ganar dinero, ya, ahora, a cualquier precio. Y está bien, es un acuerdo mutuo, es positivo para la empresa tener accionistas. Pero NO que los accionistas manden, esa gente no tiene ni idea y, por supuesto, ni de coña comparte los objetivos de la empresa.
Y si consideran que la empresa no da el rendimiento esperado, pues que se vayan. Son accionistas, no son empleados ni poseen ningún tipo de vínculo con la empresa. Se metieron allí solo por que la empresa en el pasado ha dado beneficios, y ellos creen que en el futuro volver a dar.
Si confiaron en la gestión de la empresa como para meter su dinero, ¿por que ahora quieren mandar? Que dejen a los profesionales hacer su trabajo!
El comentario es interesante porque refleja algunas cuestiones sobre la afección de los accionistas a la empresa. Muchos de ellos poseen los títulos durante apenas unas horas cuando realizan operaciones intradía en la bolsa mientras los directivos pasan muchas horas diarias durante muchos años trabajando para la empresa. Y es cierto que no conocen tan bien el negocio como los directivos, por eso les dejan a estos gestionar la empresa.
Pero a los directivos tampoco les conviene disgustar en exceso a los accionistas ya que eso les haría vender sus acciones, caería el precio y podría haber una OPA que supiese un cambio en la dirección. Se trataría de un incentivo al mínimo esfuerzo para no provocar una caída en la cotización de las acciones o al menos comportarse como la media del resto de empresas.
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