Aristóteles afirmaba que el objetivo del hombre era la consecución de la felicidad. En su “Ética a Nicómaco” mostraba que la felicidad se alcanza con la contemplación teórica, es decir, la sabiduría. Una sabiduría que Adam Smith retrata en la parte tercera de su Tratado sobre Sentimientos Morales como las virtudes de la prudencia y la magnanimidad. El autor escocés advierte que el más sabio de los hombres no es “sino uno entre la multitud, no mejor que cualquier otro de entre ella”. Así lo recuerda en
viernes, 25 de julio de 2008
Felicidad
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario